lunes, 24 de noviembre de 2008

Por la Raja de tu Falda

Tras más de una hora de espera, un coche enorme se había detenido por fin delante de la entrada del restaurante. La puerta trasera se abrió, y unos tacones a juego con la pierna más larga y esbelta que unos ojos habían visto se deslizó hasta el bordillo.

Lentamente esa pierna fue incorporándose sobre una acera iluminada por los reflejos de dos simples bombillas que el agua de lluvia había depositado durante toda la tarde. Dos manos delgadas y estilizadas alisaron suavemente una falda abierta por una raja que dejaba entrever un muslo perfecto.

Phillip Marlowe mantenía su mirada fija en esa falda mientras era mecida por el viento, y su mente repasaba la canción de Estopa. Sin verle el rostro, Marlowe, sabía que por fin había llegado.

Multitud de pasos acelerados y la descarga de un sin fin de flashes lanzados desde escasos metros de esas piernas le hicieron reaccionar, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

Volvió la mirada hacia la entrada del restaurante y esperó a que élla entrara.

Esa mujer iba a cenar con él.


HELLEN

-- Hola Phillips.
-- Hola Hellen.
-- Sigues tan guapo como siempre.
-- Gracias, viniendo de una mujer como tú es un piropo.
-- Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
-- Casi 10 años. Mucho tiempo, sí.
--Te agradezco que hayas contestado a mí llamada, y aceptado cenar conmigo. Estoy en una situación difícil y no se me ocurría a quién pedirle ayuda.
-- Ya me conoces.
-- Lo sé, pero después de lo que pasó entre nosotros no me sentía cómoda.
-- No te preocupes y dispara, me estás poniendo nervioso y no me gusta.
--¿Te acuerdas de Alicia, mi hija? Pues hace un mes que se ha ido de casa. Creo que con un hombre mucho mayor que ella. Estoy preocupada y no sé dónde puede estar. No me llama y creo que ha cambiado de móvil.
--Supongo que Alicia será ya mayor de edad, 18 años si no recuerdo mal.
-- Sí, pero no me fío, algo me dice...., ya sabes cómo somos las madres.
--¿Y qué quieres que yo haga? Si es mayor de edad, ya aparecerá. Estará viviendo un “love story”. ¿O es que ya no te acuerdas de cómo son esas cosas?
--Ya lo sé, Phillips, no te metas conmigo, pero nuestra posición social..., son siempre situaciones difíciles, y no me gustaría que le ocurriera algo malo, es muy joven todavía.
--¿Y tu marido? Lo veo día sí día no en los periódicos. Su cargo político... Supongo que no tiene que hacer más que una llamada y en unas horas localizarían a Alicia.
--Es así, pero ello supondría despertar la curiosidad de alguno de sus enemigos, y no quiero que la prensa haga acto de presencia en un tema privado. Además, seguramente no será nada más que lo que tú has dicho, una historia propia de la edad, pero quiero estar tranquila.
--¿Y qué deseas que haga?
--Simplemente que la localices, que veas cómo se encuentra, hables con ella y luego me cuentes
--¿Nada más?
--No, nada mas. Es algo sencillo, pero contigo estoy segura de que lo que averigües no saldrá fuera de nosotros. Y esto es un tema familiar que no le importa a nadie. Por otra parte, ya sabes que tus honorarios no serán ningún problema. Es un favor personal que te pido.
--De acuerdo, mañana me pondré a buscar a Alicia

El resto de la cena transcurrió entre sonrisas y bromas, envueltas en un cabernet somontano del 98, mientras mi mente le daba vueltas a sus palabras: favor personal, familia, situación difícil, no será nada. En mi vida cuando una mujer como Hellen me ha dicho palabras semejantes todo mi cuerpo se ha erizado como esta noche y se pone en guardia.


MI HISTORIA CON HELLEN

Hace más de 10 años que conocí a Hellen. Estaba casada con Fernando, un político que llevaba varios años haciéndose sitio entre las filas de su partido, y ahora era el responsable del departamento de interior. Un capo del organigrama policial del que nunca se sabe qué está pensando.

Hellen y yo coincidimos en una fiesta y acabamos pasando la noche en un hotel del centro. Yo ya sabía quién era élla, pero Hellen no me preguntó ni mi nombre. Supongo que alguno de la fiesta haría de cicerone. Era una época que se le sentía apagada, con una necesidad imperiosa de calor. Se abrazaba a mi cuerpo con ansiedad mientras lo recorría lentamente, trozo a trozo, y hacía el amor con una intensidad que nunca había conocido. Puede que fuera esa mirada de necesidad sin pedir, o la pasión con la que temblaba todo su cuerpo cuando la acariciaba, pero el hecho es que nada más salir, la primera vez, de ese hotel, sabía que esa mujer haría conmigo lo que quisiera.

Durante tres meses nos fuimos conociendo, su mirada cambió y una sonrisa nos iluminaba siempre que estábamos juntos. Yo nunca le pregunté, sabía que tenía una hija con Fernando. Yo solo deseaba disfrutar y sentirla cerca.

Una tarde me citó en un bar adonde solíamos ir para decirme que no podía seguir viéndose conmigo, sin más explicaciones. Yo la miré fijamente sabiendo que había elegido la seguridad de un Fernando de éxito. En ese momento sonaba la canción de “Wath a difference a day made” de “Jamie Cullum”.

Esa fue la última vez que volví a verla, hasta el día de hoy.


LA BÚSQUEDA

Encontrar a Alicia me había llevado poco más de una hora. Me puse en contacto con un antiguo colega de la universidad que trabaja como espía en el CSI. A través del número del móvil de Alicia tardó menos de una hora en facilitarme la dirección donde se encontraba.

Por supuesto, no le hice el menor comentario sobre su padre, y él no me preguntó nada. Supondría que era un caso habitual de infidelidad, pero se sorprendió de que le recurriera a él.

Así que antes de las 10 de la mañana cogí el coche y puse rumbo a la playa. El móvil de Alicia se encontraba en una playa, conocida por tener un ambiente interesante.

Lo extraño era que a su padre, Fernando, le hubiera costado una décima parte localizarla. ¿Entonces? . . .

A primera hora de la tarde aparcaba frente a la dirección que me habían facilitado, saqué su fotografía que me había dado Hellen, me la coloqué frente al volante, y me dispuse a ponerme cómodo. A la media hora salía del domicilio un hombre de alrededor de 50 años, mi Nikon lo fotografió adecuadamente, y me llamó la atención que tuviera un cierto parecido con su padre, Fernando.

Se subió en una Harley y se marchó hacia el centro de la población. Comenzaba a atardecer y el sol se hundía lentamente por el mar. Salí lentamente del coche, mi vista estaba fija en el horizonte, me dirigí a la puerta y llamé al timbre.


ALICIA

Tuve suerte y en vez de escuchar el intercomunicador, la puerta se abrió de repente.

Era Alicia, no cabía la menor duda. 1’80, piernas interminables perfectamente esculpidas, unos labios capaces de hacer perder el sentido, y unos ojos grandes y oscuros que te impiden apartar la mirada. La hija de Hellen.

--¿Quién es usted? ¿Qué desea? – me espetó inmediatamente.
--Mi nombre es Phillip Marlowe, soy Detective Privado, y me ha contratado tu madre para encontrarte. Está preocupada y desea saber qué tal estás
Sus ojos se abrieron más si ello es posible, me miró de arriba abajo, e hizo el mismo gesto que su madre moviendo su maravillosa cabellera negra y me dio la espalda, mientras la puerta se cerraba bruscamente.
--Un momento, Alicia –dije mientras sujetaba la puerta con la mano–. Creo que tu madre se merece unas palabras.
Su cabeza se giró lentamente, y sus ojos se clavaron contra los míos, otra vez. Pareció que no iba a decir nada, pero sus labios se movieron con una tranquilidad inesperada.
-- Mi madre. . . ¡esa puta a la que no le importa más que la última blusa que se ha comprado!
Siguió mirándome, sin hacer ni un leve movimiento de parpados, y al cabo de unos segundos bajó la cabeza.
--¡Vale! ¡Qué más da! ¡Ven! Pasa.
Y fui detrás de ella hasta un salón pequeño dominado por una enorme cristalera desde la que se veía directamente la playa y un mar levemente iluminado por un sol ya completamente desaparecido. Esa luz entre rojiza y gris se reflejaba en su cara, perfilando y dando contraste a unos rasgos endurecidos en un rostro simplemente maravilloso.
--¿Qué quiere mi madre?
--¿Simplemente saber dónde vives y cómo estas? Está muy preocupada, me dijo que habías desaparecido un día y no tenía forma de contactar contigo.
--¿Solo eso? ¿Y no te contó nada más?
--¡No!
--¿No te contó que mi padre me ha estado violando desde que cumplí los 15 años?
--No –Algo se rompió dentro de mí en ese mismo momento, pero no podía saber qué.
--Durante cerca de 4 años mi padre entraba en mi habitación cuando le parecía bien, me quitaba la ropa, y fue enseñándome a hacerle todo lo que le gustaba.
Sus ojos seguían mirándome fijamente y la luz se hacía a cada instante más tenue.
--¿Lo hablaste con Hellen? –Fue lo único que salió de mi boca
--Durante el primer año no hacía más que llorar, y lo único que me dijo es que era una llorica y debía madurar, después dejé de hacerlo y nunca me preguntó nada más. ¿Acaso crees que una madre y mujer no sabe lo que ocurre en su casa? Solo se preocupaba de sí misma y de los fotógrafos. Su carrera estaba por delante.

En ese momento se oyó el sonido inconfundible de una Harley deteniéndose, y Alicia se levanto para abrir la puerta. Era el hombre de 50 años que había salido antes de la casa. Alguien le había dado una paliza y casi no podía ni andar

--¡Andrés! – gritó Alicia -- ¿Qué te ha ocurrido?
--Me han asaltado cuando salía del supermercado, sin mediar palabra me han dado una paliza, pero gracias a dios no me han robado nada. Alguien ha debido de verles porque me han dejado de repente tirado junto a la moto, y se han marchado corriendo.

Alicia me miró y dijo que me marchara. Salí por la puerta y los dejé a los dos. Nadie propuso llamar a la policía.


EL INFORME

De vuelta hacía la ciudad envié un mensaje al móvil de Hellen, donde la citaba en el Mombasa a las 10 de la noche. Me devolvió la llamada más de 5 veces, pero no quise contestarle.

Hacia las 8 entraba en mi despacho. Todo estaba revuelto o destrozado. Alguien se lo había tomado con mucha paciencia. Como suponía, no faltaba nada, solo habían hecho una copia del disco duro de los ordenadores.

Aparté todo lo que había tirado encima de mi mesa e hice una llamada, luego envié un correo electrónico con una fotografía. Me recosté sobre el sillón y esperé.

Una hora más tarde aproximadamente sonó el teléfono, descolgué y recibí la información que me faltaba. Recogí mi gabardina y salí por la puerta. Como no cerraba la deje entreabierta. ¡Qué más daba!


EL MOMBASA

Eran las 10 menos cuarto y Hellen ya estaba sentada en la misma mesa donde solíamos vernos años atrás. El cenicero tenía al menos cinco cigarrillos mal apagados y sin terminar. Una copa de Macallan manchada por su pintalabios daba vueltas en su mano.

--Hola Phillip, no me has contestado. ¿Sabes algo de Alicia?
--Sí, tranquila, está perfectamente. Vive en una casita deliciosa en la playa.
La copa dejó de dar vueltas y me miró arqueando las cejas
--¿Y?. . .
--Es la casa de un tal Andrés, es profesor suyo en la Universidad. Y estoy seguro que entre ellos no existe una relación íntima.
--¿Cómo lo sabes? Entonces, ¿qué hace con él?
Decidí que la única manera de saber era de golpe, directo, sin adornos, y por eso se lo dije así:
--Hellen, tú sabes que Fernando abusaba de Alicia desde los 15 años. ¿Nunca supiste, o es que no quisiste saber?

No obtuve respuesta, su cara había cambiado de repente, ni siquiera me miraba. Nunca había visto esa frialdad en el rostro más delicioso y sensual del mundo, cuya sonrisa todavía resonaba muchas noches en mis oídos, haciéndome sentir feliz por haberla escuchado y triste por ser solo un recuerdo.
--Pásame la factura de tu trabajo cuando quieras.
Se levantó y se fue del Mombasa


LA NOTICIA

Estaba tomando mi café con leche descafeinado y sin azúcar, como todas las mañanas. La radio encendida, el informativo comenzó con la noticia de que el Subsecretario de Interior había fallecido esa noche debido a un paro cardíaco, y sería enterrado por la tarde.

Volví a mi despacho y me puse a la labor de colocar en su sitio cada papel y cada objeto. Llené varias bolsas de desperdicios. La cantidad de objetos estúpidos se acumulan por no tirarlos, cuando realmente lo deseas pero nunca lo haces.

Como no tenía ganas de trabajar me fui a pasear, y a las cinco de la tarde me acerqué al cementerio. Allí estaba todo lo más sagrado del partido político de Fernando, enterrándolo con honores. Hellen estaba de pie, delante de todos, con la misma cara de insensibilidad con que me dejó la noche anterior. No quise acercarme, yo no pintaba nada allí.

Al terminar, Hellen se dirigió hacía un automóvil. Al abrirse la puerta pude ver que Alicia se encontraba dentro. Y se daban un beso.

El corazón se me relajó, y sentí una gran satisfacción. Más vale tarde que nunca.

Por la noche ya se comentaba en toda la ciudad que el cadáver de Fernando había sido encontrado con la polla seccionada y dentro de su boca. Solo esperé que lo hubieran enterrado así. Nunca se investigó, ni la prensa volvió a hacer ningún comentario sobre su persona.

4 comentarios:

ASTEROIDE B 612 dijo...

Una buena historia que atrae desde el principio, bien desarrollada desde el comienzo hasta el desenlace. Interesante. Si señor.

PHAROS dijo...

Me recuerda a Humphrey Bogart sera por el personaje o tambien a Pepe Carvalho de Barcelona.

De todas formas has compaginado todos los elementos de este genero policiaco pero no recurres a la violencia y al uso de armas con agresividad y es de agradecer

EL dectective trata el caso con paciencia y los resuelve sin usar la violencia

Me ha gustado
besazos

Angel Exterminador dijo...

Gracias Mª Jose, gracias Pilar. Vuestros comentarios son muy alentadores.

Begoña Iranzo dijo...

Me gusta la novela negra, el clásico género policíaco, al leerla la imagino, como no, en blanco y negro. Creo que la trama esta muy bien llevada, y esta marcada con tu estilo, ese toque sensual e íntimo.
Begoña Iranzo